Teorema del pan bimbo

«El amor es como un paquete de pan bimbo, los extremos se atraen cuando ya todo da lo mismo» (Sr Chinarro)

Somos tan diferentes que nunca podremos estar juntos. O es blanco o es negro. Pero si las teclas del piano se volvieran todas blancas, cómo se compondría la música. La ley de Murphy es universal e impepinable, la tostada siempre cae por el lado de la mermelada y el gato aterriza de pie. ¿Y si se le pega a un gato en la espalda una tostada por el lado que NO tiene mermelada? La vida son excepciones a la regla.
Hoy ha entrado en casa una rata. El revuelo que se ha formao ha sido chico. Placidamente tumbado en el sofá con mi tajá, de sandía, escucho a mi padre chillar y a mi madre “Antonio, no me digas eso” desde la cocina. Estaban comiendo y de buenas a primeras se ha colado atraída por el olor de los garbanzos con acelgas de mi madre, riquísimos. Se asustó y salió corriendo al jardín, así que toca salir a buscarla. Era como un león de grande, negra, y daba bastante miedo, reconozco, y a base de escobazos y manguerazos de agua la hemos echado a la calle. Pero si a nosotros se nos han puesto de corbata, ella sí que estaba asustada.
No sé por qué, pero me ha dado pena. Vivimos cerca de campos, mi calle se ha ido urbanizando y las ratas han perdido su espacio. Salen a buscar comida adonde sea, y es natural que se acerquen a los potajes de mi madre. En nuestro mundo no caben y si se exterminaran, nadie las echaría de menos. Detestamos a los roedores. ¿Pero podemos exterminar todo lo que no nos gusta? Eliminar del escenario a los apestados, como hacemos los burgueses europeos con la directiva de inmigración.
Para conciliarme con el mundo me bajé una peli de dibujitos, me encantan. Se llama Ratatouille y cuenta la historia de una rata con un olfato finísimo enamorada de la cocina, en París. Se pierde de la familia y da a parar a un restaurante, donde saca de un apuro a un aprendiz de cocina, que la adopta y la convierte en su minichef.
Remi, la rata, sabe cocinar tan bien que el chico irá progresando. El final no lo cuento pero la historia tiene el transfondo de cómo pueden hacerse amigos un humano y una rata, con los prejuicios que tienen unos sobre otros. Los dibus están tan bien hechos que parecen reales y me he preguntado, viéndola, si los chiquillos no iban a querer de mascota una rata cuando salieran del cine. Pero los de Disney son muy listos y sus historias van más allá. Moraleja. No importa los animalejos que utilicen, incluso si son ratas, el fondo está en enseñarles a los peques que no hay nada irreconciliable y que todo puede ser complementario. Siempre que se acepte lo diferente de cada uno, que es lo que nos hace únicos. Las últimas rebanadas también valen para untarles mermelada.

6 Respuestas a “Teorema del pan bimbo

  1. Una amiga me recomendó tu blog… es realmente genial… ¡¡me encanta!!

    Saludos

  2. Saludos… y bienvenida¡

  3. Vale, me has convencido, a lo mejor el exterminio es una solución demasiado radical para los malditos roedores, pero al menos podrían vivir a cincuenta metros bajo tierra y alimentarse de lo mismo que los árboles. Así no tendríamos que ver a esos animales indeseables. Yo me hubiera muerto del infarto en ese mismo momento.

  4. Desde luego, qué pelota puedes ser. Mira cómo le contestas a quién tú quieres mmmm algo buscaras

  5. Jajaja, desde luego… ¿No se puede ser atento?

  6. Cuando leía la primera parte de tu texto, me estaba acordando de Ratatouille, y luego lo has nombrado, yo también pensé en eso de que si los niños querrían ahora una rata por mascota…

    Felicidades por el blog, muy entretenido. Un saludo!

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